La Tierra de Campos zamoranaOrganización social de un ámbito comarcal en la Edad Media (siglos X-XV)
- GUTIÉRREZ VIDAL, CÉSAR
- Juan Carlos Martín Cea Director
- Julio Valdeón Baruque Director
Universidad de defensa: Universidad de Valladolid
Fecha de defensa: 06 de noviembre de 2010
- María Isabel del Val Valdivieso Presidenta
- Olatz Villanueva Zubizarreta Secretaria
- Iñaki Martín Viso Vocal
- Ignacio Álvarez Borge Vocal
- Hipólito Rafael Oliva Herrer Vocal
Tipo: Tesis
Resumen
El trabajo pretende analizar la sociedad medieval a través del paradigma comarcal de la Tierra de Campos zamorana, utilizando una metodología basada en la organización social del espacio y en la larga duración (entre los siglos X y XV). Mediante esta perspectiva se ha confirmado la hipótesis de una continua evolución social (en el sentido de continuas transformaciones, que no tiene por qué ser igual a progreso), frente a los cambios bruscos, que se manifiesta tanto en el poblamiento de la región -organización del espacio agrario, despoblación- como en la propia evolución social -transición hacia la feudalización, transformaciones del señorío-. De la misma manera el estudio pretendía superar algunos tópicos y paradigmas que han estado, hasta hace bien poco, bastante arraigados en nuestra historiografía. Así, desde el punto de vista de la continuidad del poblamiento en la cuenca del Duero, se habla de control, ocupación y reorganización, en vez de Reconquista, colonización y repoblación. Partiendo de esa base, la combinación de la larga duración y la organización social del espacio, permite observar algunas tendencias en el poblamiento de la comarca, extensibles al conjunto de la región. Esas tendencias generales del poblamiento estarían caracterizadas por la expansión, la concentración y la jerarquización. El nacimiento de la aldea podría ser considerado el punto de partida de una evolución que tuvo lugar en el poblamiento a lo largo de toda la Edad Media, cuyo resultado fue la progresiva concentración del hábitat, desde una dispersión bastante acentuada en la Alta Edad Media, hacia una cada vez mayor concentración, auspiciada fundamentalmente por la monarquía a través de la fundación de villas reales -también por los señores a través de villas nuevas-, acentuada por la progresiva despoblación de lugares -sobre todo en la Baja Edad Media-, cuyos pobladores irían a parar a esos otros núcleos cercanos de mayor entidad. La verificación de esta dinámica, en relación con el estudio del poblamiento, no es sino el reflejo de la evolución social que se estaba produciendo en la región. En primer lugar, aún a falta de un trabajo arqueológico de mayor calado, parece completamente aceptada la continuidad poblacional en el valle del Duero, frente a un surgimiento ex novo durante la colonización. Y sería a partir de esta continuidad de donde arranca el proceso de feudalización, pero desde el interior, no como resultado de la disolución del orden gentilicio en el norte de la Península. Así, sería en el conjunto de villas, articuladas en territorios, con un centro que ejercería de cabeza del territorio, donde se observa el inicio del proceso. Éstas serían comunidades firmemente asentadas, que ocupaban el espacio, con el respaldo y bajo la jerarquía de ese centro principal, aunque no se daría aún una organización político-administrativa, ni un poder real fuerte sobre la zona. A partir de ahí se iniciaba el proceso de feudalización, de jerarquización interna de las comunidades. En él fueron fundamentales los factores endógenos, que contribuyeron a la disolución de las antiguas estructuras sociales, sobre todo, la aparición de pequeñas comunidades monásticas, inicialmente independientes, pero que luego pasarán a depender de otros grandes centros monásticos. Paralelamente se produjo el surgimiento en el interior de las comunidades de una clase de propietarios, que fueron acumulando un patrimonio importante, lo que les situaba en una posición económica superior al resto de la comunidad. El propio grupo de propietarios favoreció la injerencia paulatina de poderes externos en la comunidad, ya que éstos les servían de puntos de referencia frente al poder comunitario, grupal, lo que contribuyó igualmente a la consolidación del proceso de feudalización. Más tarde, esta aristocracia local participaría en el control de los mecanismos de poder, suministrando al poder central una serie de oficiales menores, que en virtud del ejercicio del cargo, elevaban su estatus personal. La evolución posterior que sufre la organización social, político-administrativa y territorial, en época feudal, de nuevo es paralela a la del poblamiento. Partimos de una organización del territorio, en época altomedieval, caracterizada por la vinculación de la mayor parte de territorios a antiguos castros o centros fortificados, y el afán jerarquizador en aquellos espacios, debido a la pervivencia de esquemas anteriores a la reorganización del territorio. El esquema estaría constituido, básicamente, por el binomio entidades supralocales-asentamientos concretos. De forma paralela a la vertebración social y político-administrativa del territorio, se estaba desarrollando una nueva organización eclesiástica, articulada en torno a las parroquias y los obispados, aunque en el mismo contexto que la reorganización territorial, auspiciada en buena medida por la monarquía. La configuración definitiva de esta organización se produciría con la implantación de las diócesis, a partir del siglo XII. Aunque este proceso se desarrollaría también en un contexto común al resto del occidente europeo, para mejorar el control episcopal de las iglesias y las diócesis, en un movimiento reformador que pretendía sustraer las iglesias de la influencia de los laicos, la reforma gregoriana. Finalmente, la organización señorial vendría a completar un panorama muy complejo, entrelazándose las distintas jurisdicciones en un mismo espacio, manifestando la existencia de diferentes poderes que actuaban sobre él: el rey, sus representantes, las jerarquías eclesiásticas, la nobleza, los concejos. En cada una de las etapas analizadas se analiza con mayor profundidad la evolución del dominio territorial y el señorío solariego, con una primera fase de formación, hasta el siglo XI; luego, entre mediados del siglo XI y el siglo XIII se produciría la consolidación de la gran propiedad y de los grandes linajes leoneses; y, por último, los siglos XIV y XV, que sería un periodo caracterizado por la señorialización. Más allá del realengo-abadengo-solariego-behetría -categorías que responden a un cariz puramente metodológico-, el señorío se presenta como una realidad más compleja, donde predomina el condominio. Además, se asumen otras variables, igualmente relevantes: la articulación del señorío a una escala supralocal, no sólo local; la coexistencia de diversas realidades, con señores singulares y diviseros; el dominio señorial sobre propiedades y dependientes en alguna aldea y, por encima, el señorío jurisdiccional del rey sobre todos los vasallos; el que en una aldea o alfoz de realengo podía haber vasallos de otro señor; en fin, la coexistencia entre el realengo y el señorío del rey, las behetrías y el señorío pleno o exclusivo solariego o abadengo. Este elevado grado de fragmentación del señorío llevaba aparejada la constante amenaza para los señores de la movilidad campesina. De ahí las continuas disposiciones en contra de la misma, fundamentalmente a partir de la curia de Villalpando, de 1089, o las subsiguientes de Benavente en 1181, 1202 y 1228. En todo caso, desde mediados del siglo XI, aproximadamente, habían comenzado a implantarse, de forma generalizada, relaciones de dependencia en el tejido social leonés, aunque resulte bastante complejo definir con claridad la situación específica de los distintos grupos de hombres dependientes, en virtud de criterios de movilidad y libre disposición de bienes, con innumerables situaciones intermedias. En relación con todos estos aspectos, también el estudio presenta alguna particularidad, como es la de su aprehensión a partir de los derechos o bienes situados en este ámbito geográfico particular, el de la Tierra de Campos zamorana, y no, como suele ser habitual, a partir del análisis de algunos linajes, ramas familiares, patrimonios monásticos, etc. La conclusión final sería la diversidad y multiplicidad señorial. En un principio, predominaron los señores eclesiásticos, y entre ellos, los episcopales, para pasar luego, en la Baja Edad Media, a un predominio de los señoríos nobiliarios. Los señores eclesiásticos adquirieron un mayor protagonismo y relevancia, desde el punto de vista señorial, al disponer de numerosos espacios acotados, que sobresalían tanto por sus dimensiones como por su importancia.