La cueva de Román. Nuevas hipótesis para entender Clunia Sulpicia
- RODRÍGUEZ CEBALLOS,, MARIANO
- Joaquín Gómez-Pantoja Fernández-Salguero Zuzendaria
- Ángel Morillo Cerdán Zuzendarikidea
Defentsa unibertsitatea: Universidad de Alcalá
Fecha de defensa: 2016(e)ko maiatza-(a)k 27
- José Miguel Noguera Celdrán Presidentea
- Margarita Vallejo Girvés Idazkaria
- Javier del Hoyo Calleja Kidea
- María del Rosario Hernando Sobrino Kidea
- Carmen García Merino Kidea
Mota: Tesia
Laburpena
En las entrañas del cerro amesetado sobre el que se asienta la antigua Clunia Sulpicia se encuentra el entramado cavernario conocido como cueva de Román. Recorrido parcialmente desde inicios del siglo XX por los lugareños de Peñalba de Castro, su difusión a la comunidad científica no tuvo lugar hasta 1913 gracias a la pluma de Vicente Hinojal, aunque bien es cierto que indicios en escritos epistolares anteriores nos permiten intuir indirectamente su existencia. Idéntica situación encontramos para múltiples hallazgos arqueológicos y arquitectónicos que la tradición literaria atribuye a momentos muy posteriores pero que ya eran conocidos a lo largo del denostado siglo XIX por personajes como Isidoro Ontoria, Benito Calero de Cáceres, José Martínez Rives así como corresponsales de las Reales Academias de Bellas Artes y de la Historia. Este unicum cluniense merece una atención y estudio considerable. A los primeros metros conocidos y visitados hay que sumar la labor del Grupo Espeleológico Ribereño de Aranda de Duero quienes, a inicios de los años 80, llegaron a espacios vírgenes nunca antes transitados desde la época romana. Ellos nos pusieron sobre la pista, en el tramo final de la cavidad, de un lugar con decenas de inscripciones y grabados incisos en el barro aún fresco que se acompañan de esculturas de bulto redondo realizadas con el mismo material. A los intentos iniciales de De Palol y Vilella, considerando el lugar como un santuario priápico, siguieron los de Gasperini definiéndolo como un lugar fangoterápico. Posteriormente Gómez-Pantoja, propuso la relación del subsuelo con la superficie. Hoy en día contamos con una acumulación de elementos procedentes de las excavaciones de B. Taracena en la década de 1930 que, aislados, no resuelven nuestras dudas pero que de forma conjunta nos ayudan a interpretar el espacio y la dualidad ¿arriba-abajo¿ de forma global: exvotos, figuras de terracota, aras, monedas, pozos, etc. que unidos a la ubicación de la cueva bajo tierra y la fotografía aérea nos permiten contextualizar el espacio en el marco de la ciudad capital conventual.