Sicilia en la defensa del Mediterráneo en tiempos de Carlos II (1665-1700)

  1. MESA CORONADO, MARÍA DEL PILAR
Dirigida por:
  1. Porfirio Sanz Camañes Director/a

Universidad de defensa: Universidad de Castilla-La Mancha

Fecha de defensa: 22 de febrero de 2013

Tribunal:
  1. Luis Antonio Ribot García Presidente
  2. Manuel Rivero Rodríguez Secretario/a
  3. Daniele Palermo Vocal

Tipo: Tesis

Resumen

Esta tesis doctoral contextualiza un periodo definido por dos conceptos claves: la defensa y la diplomacia. La defensa de la Monarquía Hispánica frente a sus adversarios, Luis XIV, tradicionalmente considerado la gran amenaza de la Corona española en dicha época, y el Imperio Otomano, todavía presente en la política internacional a través de su expansión por Europa central y el mar Mediterráneo. En esta tesitura, la diplomacia de la Monarquía Católica se orientó a la búsqueda de aliados como Holanda o Inglaterra, con objeto de enfrentarse a la expansión de la Corona francesa y su influencia en el ámbito italiano, o con la Santa Sede y la República de Venecia, para intentar detener el avance del sultán por el Mediterráneo en general, y por Italia, en particular. Por tanto, hemos orientado este estudio a profundizar en el conocimiento de las relaciones entre la Corona española y la isla de Sicilia en el aspecto defensivo, sin olvidar un contexto internacional marcado por la pugna en defensa de sus posesiones patrimoniales frente a Francia y al Imperio Otomano. En esta coyuntura internacional la Monarquía española intentó mantener una estable representación diplomática ante la Santa Sede y la República de Venecia, mientras puso en marcha toda una serie de medidas para reforzar la defensa de la isla de Sicilia ante cualquier ataque otomano o francés, a fin de conservar esta posesión italiana, esencial para la geoestrategia y la economía de la Monarquía. La conservación de Sicilia durante el reinado de Carlos II terminó siendo uno de los logros de de aquel periodo. El objetivo, por tanto, de mantenerla unida a la Monarquía española se había conseguido, no sin ciertos altibajos. Si bien es cierto que hubo momentos, como la guerra de Messina, en los que quedó demostrada la incapacidad de las fuerzas españolas para hacer frente a conflictos de aquellas características, también hubo ciertos aspectos positivos. Las mejoras defensivas introducidas en la isla de Sicilia desde la conquista de Candía pusieron de manifiesto el interés concedido a la política mediterránea, antecediendo de esta forma a la desplegada por su sucesor, Felipe V. En este sentido, las medidas emprendidas en el reino consiguieron que la estructura defensiva presentase a finales de esta etapa, en líneas generales, mejor estado que el que se encontraron los primeros virreyes de dicho periodo a su llegada al reino. Debemos tener en cuenta que los esfuerzos llevados a cabo durante los años que antecedieron a la guerra de Messina no se reflejaron durante el conflicto, siendo evidentes la insuficiencia de las fuerzas de Sicilia, la necesidad de recurrir a las de otros dominios, así como los problemas de la Corona para incrementar los contingentes desplegados en la isla y la escasa efectividad de unas fuerzas marítimas cuya unión en la defensa conjunta del Mediterráneo, resultó totalmente ineficaz tanto por su escasez como por su inactividad durante buena parte del conflicto. Con todo, las medidas anteriores a la guerra y, sobre todo las posteriores evidencian la atención, el esfuerzo y el éxito de la Corona a la hora de conservar uno de sus dominios clave en el Mediterráneo. El gran problema que afectó a la mejora defensiva de la isla dificultando la labor de los virreyes en su intento de compaginar la defensa de la isla con los compromisos de la Monarquía Hispánica, fue el maltrecho estado de la hacienda siciliana. Los problemas derivados de la falta de financiación y, por tanto, de la mejora en profundidad de la defensa de algunos dominios como el de Sicilia, fueron suplidos por la labor de los diplomáticos españoles y los servicios de inteligencia de la Corona, que aportaron constantemente la información necesaria sobre los movimientos de los enemigos tanto franceses como otomanos, con el propósito de tener preparadas las defensas de la isla o emplear la estrategia evasiva de las galeras de la Monarquía con la armada francesa. En este sentido, no debemos olvidar que aunque se malogró la propuesta de una liga italiana con la Santa Sede y la República de Venecia contra Francia, la labor de los embajadores españoles permitió vigilar atentamente los movimientos de los soberanos italianos evitando una liga de estos últimos con Luis XIV, al tiempo que consiguió mantener un cierto poder español ante la Santa Sede, obligando al monarca francés a esperar hasta la muerte de Carlos II para incrementar su influencia en las decisiones del Papado.