La identidad personal en el tránsito de la edad media a la moderna en la corona de Castillala génesis de los apellidos

  1. Hoz Onrubia, Jaime de
Dirigida por:
  1. Manuel Fernando Ladero Quesada Director/a

Universidad de defensa: UNED. Universidad Nacional de Educación a Distancia

Fecha de defensa: 03 de febrero de 2016

Tribunal:
  1. Pascual Martínez Sopena Presidente
  2. Fernando Vela Cossío Secretario/a
  3. Enrique Cantera Montenegro Vocal

Tipo: Tesis

Resumen

La presente Tesis intenta reconstruir los sistemas onomásticos castellanos propios de la última fase de la Edad Media en su tránsito hacia el período que conocemos como Edad Moderna, marcado por una renovación social y económica en Europa occidental y definido de manera transcendental en el concilio de Trento. Frente a la idea extendida de que las nomenclaturas complejas sólo eran asumidas por los grupos aristocráticos hemos querido demostrar que, en realidad, todos los componentes de la sociedad castellana, incluidas las mujeres, asumían nombres complejos que les definían jurídica y administrativamente, siendo en principio los marginados, o quienes quedaban liberados de contraer una responsabilidad legal, los únicos que no poseían sino una denominación sencilla, uninominativa. El uso de fórmulas que empleaban el patronímico ha sido habitual y de gran rendimiento, pero frente a las ideas generalizadas de que un apellido de este tipo hacía alusión exclusiva a un padre, es decir: era meramente filial, aquí creemos haber confirmado que en realidad tal mecanismo onomástico respondía a fórmulas mucho más complejas y que se establecían, precisamente, para definir las relaciones interpersonales características del Medievo y de sus esquemas feudatarios. Para ello hemos partido de una teoría propia sobre el origen de tal patronímico hispano desde el establecimiento de unos escurridizos sistemas denominativos aportados por la tradición visigótica que estarían en la base de su configuración final (§ 3), si bien habrían interferido y se habrían hibridado frecuentemente con otros de costumbre romana y aun ibérica (§ 2.2). No obstante, la peculiar situación castellana vino marcada por el encuentro entre los usos denominativos que habrían aportado los clanes visigodos durante el Alto Medievo, la configuración señorial heredada del reino leonés, así como de los territorios situados al norte del Ebro, y el particular contexto fronterizo de la Castilla del entorno del valle del Duero, con pueblas hechas de manera muy particular y con la aportación legislativa de unos fueros y sistemas jurídicos muy diferentes a los del resto no sólo de Europa sino también de la España cristiana. De ese modo, la aportación de fórmulas de padrinazgo personal, el sistema de behetrías y el peculiar régimen de concejos determinarán unos usos variopintos en la marcación con patronímicos, que va desde la asunción de fórmulas basadas en el avunculato, en el que tal apelativo se refiere a un abuelo o a un tío materno, cuando no a otro miembro de la familia extensa, hasta situaciones en las que un individuo se define mediante la alusión en su denominación personal a alguien prestigioso que le hará de valedor jurídico, y aun económico, desde un rico-hombre o un hidalgo hasta el propio monarca. La manera en la que una persona se vincula a un territorio en el que vive o trabaja, siendo éste su garantía jurídica, o la asociación con un determinado grupo que lo ampara, tanto gremial como religioso o jurisdiccional, establecerá su denominación personal mediante la aplicación de nombres de referencia con el sitio al que pertenece o con la parroquia en la que se inscribe, el espacio urbano que le corresponde según su trabajo o anexión grupal, etcétera. Estas formas de denominación, establecidas en la documentación al menos desde el siglo XIII y que tienen como crisol el XV, se superponen a toda la población, de manera que las minorías étnicas y religiosas terminarán por asumirlas y sumergirse en ellas en el momento de su conversión al cristianismo y de su dependencia plena del sistema jurídico de Castilla y de cada población concreta en la que se asienten tras su bautismo (§ 5). Las fórmulas onomásticas modernas, fijadas en Castilla con el cardenal Cisneros y en la Europa católica tras el concilio de Trento, serán en gran parte conformadas a partir de los modelos caballerescos e hidalgos.