El mundo taurino en la poesía y prosa taurina de Gerardo Diego
- Hernández Cortina, José Antonio
- Susana Gil-Albarellos Pérez-Pedrero Directora
Universidad de defensa: Universidad de Valladolid
Fecha de defensa: 17 de diciembre de 2013
- Germán Vega García-Luengos Presidente
- Mercedes Rodríguez Pequeño Secretaria
- Guillermo Serés Guillén Vocal
- Javier Rodríguez Pequeño Vocal
- José Montero Reguera Vocal
Tipo: Tesis
Resumen
He aquí un libro único en su especie: Poesías y Prosas Taurinas de Gerardo Diego. La prosa taurina está instrumentada a la manera del ensayo, por lo tanto, de ella emanan conceptos, juicios y argumentos útiles para develar la imaginería contenida en la poesía taurina. A través de la prosa taurina el lector obtendrá recursos para comprender y valorar las imágenes poéticas. Además, y como valor agregado, el lector en vísperas de convertirse en aficionado-espectador conseguirá elementos para apreciar mejor lo que sucede en una corrida de toros, mismos que se utilizan para bien mirar cualquier faena contingente y su participación en la faena eterna. El aficionado a ¿los toros¿ se caracteriza porque en todo momento muestra y demuestra fehacientemente su pasión ¿en el sentido de padecer, como Cristo en el vía crucis y también en el sentido del apetito vehemente-. Lo dicho se demuestra con la pauta de comportamiento que desarrolla el aficionado: antes de cada festejo tiene una sensación de curiosidad, camino a la plaza de toros observa la copa de los árboles para detectar la presencia del viento; se angustia ante los avatares de la lidia; al final de la corrida de toros, si fue una mala tarde le invade la decepción, jura y perjura, por costumbre o porque sus palabras suenen con más vehemencia y mayor convencimiento que jamás volverá a una plaza de toros, pero¿ minutos después confiesa: en la próxima habrá ¿mejor suerte¿. Sin embargo, cuando el aficionado vive o experimenta el otro extremo, cuando llega la gran faena, sale toreando de la plaza y en la impronta de su imaginería siempre y por toda su existencia recordará lo vivido. Con gran ilusión esperará la próxima ocasión en que se presente, otro, tan fausto acontecimiento. Así es el devenir de una tarde de toros: un encender y apagar del fuego. Leer la obra taurina de GD, requiere, como los toreros frente al toro, ¿estar¿ en los ¿terrenos¿ adecuados, considerar la ¿distancia¿ para sentir la ¿embestida¿ y descubrir el ritmo, temple y fuego de la prosa y la poesía taurina. Así se desarrolla la faena literaria del lector. En esa circunstancia, a las claras se comprende que GD no pide, sino exige, como condición sine qua non una lectura con torería. Meditaciones del Quijote, de José Ortega y Gasset es un libro constituido por un conjunto de ensayos preparados para motivar e incentivar toda labor intelectual, cualquiera que sea el tema planteado ¿¿dado un hecho ¿un hombre, un libro, un cuadro, un paisaje, un error, un dolor-, llevarlo por el camino más corto a la plenitud de su significado.¿ Lo primordial es descubrir que: ¿Hay dentro de toda cosa la indicación de una posible plenitud. Un alma abierta y noble sentirá la ambición de perfeccionarla, de auxiliarla para que logre esa su plenitud. Esto es amor ¿el amor a la perfección de lo amado.¿ El amor genera estados de ánimo. Causa efecto de un sentimiento intenso en el ser humano que le motiva buscar la verdad sostenida en un especial punto de encuentro. El amor, por insuficiencia o por necesidad, despierta en el hombre la sensación de estar ligado a las cosas. Entonces, ¿qué pasa si se reviste al toreo con la cualidad de cosa amada? ¿qué sienten: torero, ganadero, empresario, el aficionado, el aficionado¿espectador? ¿qué sienten, expresan y comunican: poeta, pintor, músico, escultor taurino¿? Para quien la fiesta de los toros es razón de vida, el toreo es necesario y en él radica lo vital. Ni pensar en la posibilidad de vivir por un instante lejos de lo taurino, de lo amado. El toreo es una manera de ¿vivir¿, de ¿estar¿, de ¿existir¿ en el mundo, de ¿ser¿ en el mundo. El ¿taurino¿ no puede vivir sin el toreo y todo lo que conlleva por la sencilla razón de que es parte de sí mismo, es algo esencial. El aficionado-espectador, cuando en sus manos tiene una toalla o un mantel, sin que nadie le vea o cínicamente en presencia de los íntimos, ensaya la más hermosa verónica gitana, la más ajustada chicuelera, o una media verónica, llenas de arte y de emoción. Esta es, en toda su extensión una manifestación de amor como ¿ampliación de la individualidad que absorbe cosas¿, las funde con nosotros¿, liga cosa a cosa y todo a nosotros, en firme estructura esencial¿.