El movimiento de los hermanos musulmanes y su influencia en la Unión Europeaorígenes, desarrollo y estrategias de actuación
- Ricardo Martín de la Guardia Directeur
Université de défendre: Universidad de Valladolid
Fecha de defensa: 15 février 2013
- Guillermo A. Pérez Sánchez President
- Margarita Corral Suárez Secrétaire
- Laura Feliu Martínez Rapporteur
- Alberta Giorgi Rapporteur
- Ignacio Álvarez-Ossorio Alvariño Rapporteur
Type: Thèses
Résumé
Como paso previo a adentrarnos en los motivos que dieron origen al nacimiento de la Sociedad de los Hermanos Musulmanes, consideramos necesario remontarnos a la crisis de identidad experimentada por un importante sector de la población árabe en el siglo XIX, cuya reacción tuvo como consecuencia el inicio de un periodo de renacimiento (Al-Nahda) que trató de recuperar el esplendor que durante siglos había caracterizado al mundo árabe, mediante el surgimiento de diversas corrientes de pensamiento, dentro de las cuales, ocupó un lugar preferente la reforma islámica, en la que se inspiró al-Banna para dotar de contenido ideológico al movimiento de los Hermanos Musulmanes, basando sus teorías en una recuperación de los valores primitivos del islam adaptados a la realidad del momento, lo que dio lugar a la aparición de una nueva forma de entender el mundo en la que el islam sería tomado como referencia de actuación en todos los ámbitos de la vida, rechazando con ello, de modo rotundo, los principios seculares que habían sido importados desde Europa. Unos valores que gracias a la capacidad dialéctica mostrada por al-Banna y al activismo desplegado por sus seguidores, pronto lograron extenderse tanto en Egipto como en el resto de países del entorno, permitiendo la formación de una corriente de pensamiento que hoy conocemos como islamismo, cuyo objetivo se sitúa en alcanzar la modernidad sin renunciar a los principios islámicos que han de regir en el mundo. De este modo, la Sociedad surgida en Ismailía, logró atraer a un elevado número de seguidores que vieron en las propuestas de al-Banna una alternativa al poder establecido, lo que motivó que la Hermandad fuera evolucionando no sólo a nivel organizativo, sino también ideológico, adecuando sus propuestas a las necesidades del contexto en el que debían desarrollar sus actividades. En este sentido cabe destacar cómo, la apuesta inicial por un proyecto a largo plazo, alejado de la vida política y basado en la predicación, fue tomando una posición más pragmática, en la que, si bien, no se renunciaba a la aspiración de lograr una islamización total de las estructuras desde abajo, comenzaban a contemplarse otras formas de aproximación a la sociedad, entre las cuales, la participación política iba adquiriendo un peso destacado. Así, contradiciendo sus principios fundacionales, el propio al-Banna presentó su candidatura a las elecciones legislativas en 1941, en una actitud que provocó las primeras discrepancias en el seno de la Hermandad, pero que marcaría la línea de actuación a seguir en un futuro tanto por la organización en Egipto, como por el resto de entidades que fueron surgiendo inspiradas en los principios ideológicos del Ikhwan. La respuesta encontrada, impulsó a al-Banna a tratar de extender su influencia más allá de las fronteras egipcias, logrando establecer ramas dependientes de la sede central de El Cairo en los países vecinos, lo que le llevó a una mayor implicación en cuestiones como la causa palestina que desde sus orígenes había permanecido como una de las prioridades para el fundador de los Hermanos Musulmanes. Dicha implicación, sumada a la tensa situación por la que atravesaba Egipto a finales de la década de los cuarenta, impulsó a los miembros de la Hermandad a tomar parte en una espiral de violencia que situó al Ikhwan como responsable de diversos atentados, encontrando como respuesta el asesinato de Hasan al-Banna en febrero de 1949. No obstante, la muerte de al-Banna, no logró acabar con la actividad de los Hermanos Musulmanes quienes continuaron su campaña de desprestigio contra el régimen, dejando su impronta en la revolución impulsada por los Oficiales Libres que logró cambiar el rumbo del país. Sin embargo, una vez superadas las circunstancias que habían llevado a islamistas y nacionalistas a unir sus fuerzas, las diferencias ideológicas dieron paso a un enfrentamiento entre ambas facciones que provocó que el líder nacionalista, Nasser, iniciara una persecución contra los miembros de la Hermandad, logrando dejar a la organización en una delicada situación. Pese a todo, la Sociedad, con el moderado Hasan al Hudaybi al frente, pudo mantener su estructura en la clandestinidad, si bien, las circunstancias no fueron las más favorables para que el nuevo guía supremo pudiera imponer su criterio, mostrándose incapaz de frenar la creciente radicalización que fue irrumpiendo en las cárceles, impulsada en parte por la dureza del régimen que fomentó el desarrollo de teorías como las de Sayyid Qutb, que apostaban por la acción armada para la consecución de sus objetivos, facilitando en los años setenta el surgimiento de nuevos grupos escindidos de los Hermanos Musulmanes que optaron por la confrontación directa contra el régimen como la única vía para acabar con la situación creada. Tras la muerte de Nasser, y como consecuencia de la actitud pragmática adoptada por los líderes de la Sociedad que permanecieron junto a al-Hudaybi, se produjo una tímida aproximación al gobierno de Sadat, quien amenazado por los grupos de extrema izquierda, trató de conceder un nuevo espacio a las organizaciones islamistas en la escena pública, buscando que pudieran actuar como contrapeso político, dando lugar a un escenario que permitió a la Hermandad recomponer sus estructuras e iniciar una actividad social con la que logró recuperar el prestigio perdido durante los años en los que el líder del nacionalismo árabe había permanecido al frente del país. Aunque la represión había logrado debilitar a la Hermandad en Egipto, haciéndola perder no sólo su influencia local, sino también el control sobre las ramas establecidas en los países próximos, el exilio de gran parte de los miembros de la organización hacia los países del Magreb, del Golfo Pérsico y a Occidente, propició que éstos continuaran sus labores de predicación en los nuevos lugares de residencia, permitiendo que el movimiento alcanzara de forma espontánea una dimensión internacional. A este respecto, debemos destacar el papel desempeñado por Said Ramadan, quien tras haber liderado el proceso de expansión del Ikhwan en Oriente Próximo, logró convertirse desde su refugio en Suiza, en uno de los principales referentes del islam político en Europa, contribuyendo de forma decisiva a la construcción de la Mezquita de Múnich, lugar de culto que durante años fue considerado como la sede informal de los Hermanos Musulmanes en Europa. Junto a ello, sus habilidades diplomáticas le permitieron mantener excelentes relaciones tanto con el gobierno Saudí, en su objetivo común de extender los valores del islam conservador en Europa, como con los servicios secretos estadounidenses que, vieron en el prestigio de Ramadan y en su influencia en el mundo árabe, al aliado perfecto para frenar el avance del comunismo en Oriente Próximo. Junto a Ramadan, a Europa fueron llegando antiguos miembros de la Hermandad quienes hallaron en el mundo estudiantil el lugar idóneo para proseguir con la difusión de su mensaje, encontrando una excelente acogida entre la comunidad musulmana presente en las universidades, lo que permitió el surgimiento de las primeras asociaciones islámicas en las que gracias al activismo mostrado por aquellos que habían pertenecido o simpatizado con el Ikhwan en sus países de origen, la ideología inspirada por Hasan al-Banna logró prevalecer sobre el resto. Unas asociaciones que de forma progresiva fueron abriéndose al resto de la comunidad musulmana presente en Europa, permitiendo la creación de organizaciones de mayor calado que basadas en el pragmatismo propio de las entidades que integran el movimiento, pudieron ir incrementando su presencia en la gran mayoría de los Estados miembros de la Unión Europea en los que la población musulmana había experimentado un crecimiento significativo desde la década de los sesenta. Además de la influencia de los miembros de la Hermandad egipcia, debemos resaltar la presencia en Europa de Isam al-Attar, el líder de los Hermanos Musulmanes sirios, a quien, tras los primeros enfrentamientos entre el gobierno del Baaz y los grupos armados vinculados con el Ikhwan, le fue prohibida la entrada a su país, encontrando refugio en la ciudad alemana de Aquisgrán desde donde trató de continuar dirigiendo las actividades de la rama siria, logrando atraer a un importante número de integrantes de la organización que desde su llegada a Alemania, y especialmente tras la matanza de Hama de 1982 escaparon de la violencia desatada en las principales ciudades del país. Los intentos por crear una red capaz de unir a las diferentes entidades islámicas conservadoras surgidas en Europa se remontan a los años setenta, impulsados en un primer momento por el gobierno Saudí. Sin embargo, el renacer de la Hermandad en Egipto, y la consolidación de algunas de las organizaciones europeas próximas a los principios ideológicos del Ikhwan, llevó a sus representantes a distanciarse del wahabismo saudí, y a apostar por fortalecer sus vínculos, con el objetivo de crear una organización internacional liderada desde El Cairo que lograra integrar a las diferentes entidades situadas en la línea de pensamiento impulsada por los Hermanos Musulmanes. Con ello, los dirigentes egipcios, trataban de retomar el control sobre un proceso de expansión que, debido a la crítica situación en la que Nasser había dejado a la Sociedad en Egipto, experimentó una evolución natural, alejada de las directrices marcadas desde la sede central de la Hermandad, obligando a que cada una de las organizaciones fuera adoptando un discurso propio amoldado a las exigencias del contexto en el que debían defender sus intereses ante a la ausencia de un referente que marcara la línea de actuación a seguir. El proceso de internacionalización fue iniciado en los años ochenta, y en él, debemos situar como principales impulsores a Mustafa Mashour y a Mohamed Madhi Akek, dos relevantes figuras que años más tarde serían nombrados guías supremos de la Hermandad, destacando el primero por su actividad diplomática, y el segundo por la labor llevada a cabo durante los años en los que permaneció como imam de la mezquita de Múnich tratando de reforzar la presencia de los Hermanos Musulmanes en Europa. Sin embargo, los esfuerzos lanzados desde El Cairo por extender su influencia sobre las diferentes entidades europeas parecían llegar tarde, pues el contraste existente entre los países musulmanes y el mundo occidental había logrado que, a pesar de mantener una ideología común, los miembros de las organizaciones europeas, inducidos por el ascenso de las segundas generaciones hubiesen ido perdiendo el contacto con sus países de origen, apostando por la construcción de un islam europeo, cuyos objetivos a corto plazo diferían de los que trataban de imponer los líderes egipcios. Por otro lado, la independencia formal que había caracterizado a estos grupos desde su fundación provocaba que sus dirigentes presentaran ciertas reticencias hacia la subordinación directa a la sede central de los Hermanos Musulmanes, una organización que permanecía ilegalizada en Egipto y que en numerosas ocasiones había sido vinculada con el terrorismo, lo que podía enturbiar la imagen moderada e integradora que trataban de presentar los grupos europeos que, apoyados en la libertad democrática, habían podido desarrollar sus actividades sin ningún tipo de restricción. Por tanto, el objetivo de crear una organización internacional se fue diluyendo con el tiempo. Sin embargo, la ausencia de una entidad formal jerarquizada, no debe inducirnos a equívoco y a observar al movimiento de los Hermanos Musulmanes como una corriente ideológica en la que cada una de las entidades que la integran funciona de forma totalmente autónoma, pues, pese a no existir dicha estructura controlada desde Egipto, los vínculos informales entre las numerosas asociaciones han continuado latentes, lo que nos ha llevado a realizar una aproximación al movimiento como algo más que una simple escuela de pensamiento, basándonos en los datos que evidencian la existencia de una red informal que integra a las principales organizaciones que han adoptado la línea ideológica inspirada por los Hermanos Musulmanes. Una red, en la que debemos situar como líder espiritual al controvertido Yusuf al-Qaradawi, quien tras haber pertenecido durante años a la organización egipcia, en la actualidad actúa desde Qatar como figura independiente, extendiendo de manera efectiva su influencia a los países europeos. De igual modo, en los años ochenta, junto a las iniciativas lanzadas desde Egipto, las organizaciones europeas, fueron conscientes de la idoneidad de crear organismos supranacionales capaces de ofrecer servicios destinados a satisfacer las necesidades de los musulmanes en Europa. En este proceso fue clave el papel jugado por la Unión de Organizaciones Islámicas de Francia (UOIF), quien en un primer momento lideró el proyecto para la formación de un organismo europeo que pudiera representar los intereses del islam político, impulsando en 1989 la creación de la Federación de Organizaciones Islámicas de Europa (FIOE), una institución que pese a funcionar al margen de la organización egipcia, ha basado sus actuaciones en la defensa de una línea ideológica inspirada en los principios del Ikhwan, manteniendo estrechos vínculos con el resto de organizaciones integradas en la red informal de los Hermanos Musulmanes. Dentro de la heterogeneidad que caracteriza al movimiento a nivel global, dos asuntos han presidido el debate desatado en torno a su posición ideológica, como han sido, su postura hacia el uso de la violencia, y la contradicción que presenta su contenido dogmático con respecto a su integración en el juego democrático. Atendiendo a la primera cuestión, la historia del movimiento ha venido a confirmar, que más allá de sus principios fundacionales en los que el uso de la violencia quedaba limitado a una acción defensiva, ésta fue utilizada desde sus comienzos, como quedó demostrado con la implicación de los Hermanos Musulmanes en el conflicto palestino. Es cierto que la tensión generalizada que presidía en el mundo árabe a mediados del siglo XX, pudo contribuir a que los miembros del Ikhwan optaran por el uso de la violencia como vía para lograr sus objetivos, lo que resulta irrefutable es que a lo largo de la historia, tanto en Egipto, como en Siria, al igual que más tarde en Palestina con la creación de Hamas, los Hermanos Musulmanes han recurrido a las armas en diversas ocasiones. Una actitud bélica que con el tiempo comprobaron que no constituía el camino más apropiado para avanzar en sus propósitos, pues la represión iniciada por los respectivos regímenes consiguió llevar a la organización a una situación crítica. Unas dificultades que fueron acercando a sus líderes a la adopción de un discurso pragmático que desde los años setenta en Egipto, y los ochenta en Siria, ha tratado de alejarse de los diferentes episodios violentos llevados a cabo por los grupos jihadistas. Por su parte, en Europa, encontramos un escenario diferente, debido a que la permisividad de los gobiernos permitió a los miembros de los Hermanos Musulmanes desarrollar sus actividades con total libertad, lo que permitió optar desde un principio por una vía pacífica. No obstante, dicha situación generalizada, no ha de llevarnos a desvincular de forma sistemática a las entidades próximas a la ideología del Ikhwan de los grupos violentos, puesto que, como consecuencia de la coincidencia ideológica existente entre el islam moderado y el radical, en ocasiones hemos podido observar la existencia de una difusa línea divisoria que ha permitido que elementos terroristas hayan permanecido integrados en grupos que han apostado por una acción pacífica. Igualmente, podemos constatar la existencia de contactos de grupos europeos con organizaciones que operan en los países musulmanes que podrían revelar la existencia de cierta condescendencia con la lucha armada. Una postura que en el caso de Hamas ha sido defendida por los diferentes líderes del movimiento y de forma especial por su más destacado referente espiritual Yusuf al-Qaradawi, situando los atentados llevados a cabo por Hamas y por los grupos insurgentes en Irak y en Afganistán, como acciones defensivas que, por tanto, deben ser consideradas como resistencia ante una invasión y no como terrorismo, motivo por el cual, según el Corán está justificada la jihad, término cuya ambigüedad ha dado pie a que en determinados momentos haya sido interpretado no como la lucha armada, sino como el esfuerzo y la lucha diaria por ser un buen musulmán, tratando de camuflar el contenido ideológico que reside en los integrantes del movimiento. Por otro lado, y centrándonos en el compromiso mostrado por los diferentes grupos hacia los valores democráticos, encontramos cierta contrariedad entre el discurso desplegado y los principios ideológicos que dieron origen al movimiento en los que se rechazaba cualquier sistema de gobierno en el que la sharía no constituyera la única fuente de legislación, lo que ha logrado generar numerosas dudas hacia su verdadera integración en el concepto de democracia desarrollado en Occidente y que ha tratado de implantarse en los países árabes. No obstante, desde los años cuarenta, las diferentes ramas de los Hermanos Musulmanes no han dudado en concurrir siempre que la situación lo ha permitido a las diferentes citas electorales, haciendo gala de una actitud pragmática que ha llevado a la adopción de un discurso moderado con el cual han tratado de presentarse como una fuerza política que apuesta por su participación en el juego democrático. Una situación que todavía hoy, con los Hermanos Musulmanes en el gobierno de Egipto, continúa generando recelo, justificado en el doble discurso, que tal y como han destacado diversos analistas, ha sido utilizado por el movimiento para alcanzar sus objetivos. Es evidente que la adopción de un discurso hermético y radical habría encontrado un rechazo generalizado tanto por parte de importantes sectores de la sociedad egipcia, como por parte de la comunidad internacional. Por ello, y manteniendo en el horizonte su objetivo de islamización a largo plazo, los Hermanos Musulmanes han pretendido desde sus orígenes utilizar su participación política como vía de aproximación social, de difusión de su mensaje y de presión a las fuerzas en el poder, lo que una vez situados al frente de las instituciones permitirá ir incluyendo las reformas pertinentes para avanzar en su propósito, siempre que éstas sean aceptadas por la masa social que ha respaldado su presencia en al frente del país, lo que nos lleva a rechazar la idea de que los Hermanos Musulmanes vayan a implantar una dictadura islámica, optando por una islamización desde la base y por la adopción de un discurso integrador para alcanzar la meta de situar al islam como único referente de vida. Por tanto, como podemos apreciar, la situación de Egipto ha constituido el símbolo del triunfo, pero a la vez, ha reflejado la línea de trabajo seguida en otras latitudes por los grupos islamistas que inspirados en los principios de los Hermanos Musulmanes han logrado convertirse en las fuerzas mayoritarias de parlamentos como el tunecino y el marroquí. El éxito alcanzado por los grupos islamistas en los países árabes, contrasta con la situación del islam político en Europa, donde sus representantes, debido al carácter minoritario que presenta la población musulmana en los diferentes Estados miembros de la UE, se han visto obligados a situar sus objetivos a corto y medio plazo en un nivel básico, limitando sus aspiraciones a lograr el reconocimiento de un espacio para el islam dentro de las estructuras laicas europeas, y a tratar de situarse como portavoces de los intereses del conjunto de la comunidad islámica frente a las instituciones. Por otro lado, la heterogeneidad que presenta el islam europeo, y la ausencia de una causa común que haya logrado unir a los musulmanes, ha impedido a los grupos integrados en la red acaparar el protagonismo deseado, lo que a pesar de los continuos esfuerzos realizados, entre los que debemos destacar el protagonismo adoptado por UOIF en Francia, liderando las protestas por el asunto del velo en 1989, así como el papel activo mostrado por el MAB años más tarde en Reino Unido, situándose al frente de la defensa de la causa palestina, éstos no han sido suficientes para que dicha corriente ideológica haya logrado captar un apoyo social mayoritario, si bien, dichas actuaciones, fueron aprovechadas para acaparar un interés mediático que consiguió llamar la atención de las autoridades quienes comenzaron a ver en estos grupos un referente a la hora de tratar los diferentes asuntos que afectaban al colectivo musulmán. No obstante, durante años, la presencia del islam en Europa fue entendida como algo ajeno, tanto por parte de los gobiernos de los Estados miembros como de las propias instituciones comunitarias, que observaron la creciente afluencia de trabajadores procedentes de los países musulmanes como un fenómeno temporal, condicionado por una demanda puntual de fuerza de trabajo no cualificado, que por tanto, no debía ser contemplado como parte integrante de la realidad europea. Una situación que dilató la puesta en marcha de iniciativas destinadas a dotar al islam de una única voz que pudiera defender sus derechos frente a las instituciones, dando lugar a una dispersión que ha continuado hasta nuestros días y que ha dificultado la creación de procesos de institucionalización en los que los gobiernos europeos no han comenzado a trabajar de forma decidida hasta la década de los noventa. En este sentido, debemos advertir la habilidad mostrada por los grupos integrados en el movimiento ideológico de los Hermanos Musulmanes quienes, gracias a su mayor capacidad organizativa y financiera, supieron aprovechar la ausencia de una jerarquía en el seno del islam y la presencia de divisiones internas, para erigirse como fuerzas protagonistas frente a los Estados, dando lugar a una situación que no se correspondía con la realidad social que presentaba el islam, donde los grupos islamistas seguían constituyendo una fuerza minoritaria. Así, analizando la situación de países como Francia, Reino Unido o España, observamos cómo tanto la Unión de Organizaciones Islámicas en Francia (UOIF), la Asociación de Musulmanes de Gran Bretaña (MAB) o la Unión de Comunidades Islámicas de España (UCIDE), han acaparado un papel destacado en sus respectivos procesos de institucionalización, debiendo destacar de igual modo, el activismo mostrado por la Sociedad Islámica de Alemania (IGD), y por la Liga Islámica Intercultural de Bélgica (LIIB), cuyo protagonismo ha sido menor, en el primer caso debido a las reticencias mostradas por el gobierno alemán para negociar con los representantes del islam político, y en el segundo por la dispersión que durante años ha mostrado el movimiento en Bélgica, cediendo el papel principal en el proceso de institucionalización a otras formaciones. La actividad de los grupos integrados en la corriente ideológica del Ikhwan fue trasladada pronto a Bruselas, donde de igual modo, han logrado situar a FEMYSO y a FIOE como destacados referentes para las autoridades comunitarias en los diálogos que han tratado de establecerse desde los años noventa con las comunidades religiosas. En este caso, los problemas para encontrar un portavoz único que representara los intereses del islam han presentado mayores dificultades que las halladas en los Estados miembros, debiendo recurrir a aquellas organizaciones supranacionales que mostraban una mayor solidez y en cuyo seno se encontraban integradas las entidades islamistas ubicadas en los diferentes Estados miembros, lo que situaba a las estructuras que defienden los principios ideológicos de los Hermanos Musulmanes en Europa en una posición privilegiada para convertirse en interlocutores preferentes para las instituciones de la Unión Europea. En definitiva, apreciamos como pese a la diversidad que presentan las numerosas entidades que conforman el movimiento de los Hermanos Musulmanes, su pragmatismo y capacidad de adaptación les ha llevado a acaparar un protagonismo destacado en los diferentes ámbitos en los que han desarrollado sus actividades, logrando situarse como fuerza más votada en algunos de los países donde la población musulmana es mayoritaria, y presentándose como representantes ante las instituciones en Europa, alcanzando una presencia política que, en muchos casos, no se corresponde con el respaldo social, pero en la que han sabido utilizar una estrategia que les ha permitido destacar por encima de otras formaciones y tendencias del islam.