La historiografía como instrumento de legitimaciónun estudio de la crónica de don Pedro de Pedro López de Ayala

  1. VALDALISO CASANOVA, COVADONGA
Dirigida por:
  1. María Isabel del Val Valdivieso Directora

Universidad de defensa: Universidad de Valladolid

Fecha de defensa: 23 de noviembre de 2007

Tribunal:
  1. Manuel González Jiménez Presidente/a
  2. Juan Carlos Martín Cea Secretario
  3. Julio Valdeón Baruque Vocal
  4. Fernando Gómez Redondo Vocal
  5. Alfonso Franco Silva Vocal

Tipo: Tesis

Teseo: 287577 DIALNET

Resumen

El objetivo de esta tesis es el estudio de una de las principales fuentes historiográficas del siglo XIV castellano, la Crónica de don Pedro escrita por el que fuera Canciller Mayor de Castilla, Pedro López de Ayala, desde una perspectiva más política que historiográfica. Para ello se parte de una idea: aunque se presente como relato historiográfico, veraz y objetivo, como testimonio y como registro, la crónica fue redactada tras el asesinato de Pedro I y la consiguiente llegada al trono del regicida, Enrique II. Su autor, testigo de la mayor parte de los acontecimientos que relata, había pasado a apoyar a Enrique de Trastámara en el transcurso de la guerra civil, y se había convertido más tarde en uno de los principales ideólogos de la corte. Todo ello indica que el texto nació para legitimar los orígenes de la nueva dinastía, para construir una memoria oficial, para elaborar una versión de los hechos que resultase favorable a los Trastámara. Tomando como base este enfoque, la crónica debe estudiarse simultáneamente como fuente historiográfica para el reinado de Pedro I y como escrito de carácter político o discurso retórico emanado de alguna de las cortes trastámara. Del mismo modo, es preciso subrayar su papel como instrumento de la propaganda política, porque su objetivo era crear, redactar y divulgar una versión de los hechos; y en ese sentido funcionó como discurso legitimador, destinado a hacer legítimos tanto el regicidio como la llegada al trono de los Trastámara. Por todo ello, la crónica es hoy fundamentalmente una fuente para el estudio de la política trastámara; y de manera paralela, aunque indirecta, una fuente para el estudio del reinado de Pedro I. La redacción de la crónica, concebida como un proyecto político elaborado por uno de los ideólogos de la nueva dinastía, tomaría como base el establecimiento de lo que debía contarse. El scriptorium, en funcionamiento durante algunos años, sería el encargado de hacer que saliesen a la luz diferentes manuscritos, posteriormente reelaborados. El propósito era dar forma a un relato aparentemente lineal, cronológicamente ordenado y manifiestamente objetivo. El fin de todo ello era la reconstrucción del pasado; y dicha reconstrucción ha de verse como un proceso doble: de destrucción (de documentos) y construcción (de un discurso, con una ideología y unas bases supuestamente históricas). A medida que los manuscritos iban tomando forma saldrían del escritorio para leerse en la corte. Pero la crónica en sí, o el conjunto formado por esta primera crónica doble, que recoge dos reinados, y las dos siguientes, probablemente debería considerarse un proyecto nunca del todo finalizado. Para exponer y desarrollar estas ideas la tesis se presenta dividida de forma tripartita: se desarrolla en primer lugar el análisis interno de la crónica, en segundo el estudio de su función y, por último, de forma más breve, su repercusión posterior. Esta organización aparece, en lo que a páginas de texto se refiere, claramente descompensada; pero, aunque la primera parte es notablemente más extensa, puede decirse que es mucho más densa, a nivel de contenidos, la parte dedicada a la función de la crónica como discurso legitimador y, de cara a su difusión, instrumento propagandístico. Como conclusión, la idea de que la crónica de don Pedro es y siempre será un texto vigente por cuanto Instrumento propagandístico que sigue actuando como canal de difusión de un programa político. Aunque dicho programa tenga ya más de seiscientos anos, la esencia de la crónica revive cada vez que se lee, pues dicha legitimación fue en buena medida imperfecta. Junto a esta idea, la de la crónica como arma que emprende una lucha, en el campo historiográfico, con sus futuros detractores. De ahí esa última parte dedicada a la respuesta a Ayala, a la voz de los momentáneamente vencidos - y nunca silenciados - petristas, y al fantasma de una crónica perdida que se habría redactado secretamente como contestación a la oficial.