Ecos lorquianos en seis dramaturgas españolas contemporáneasuna mirada intertextual

  1. Boo Tomás, Sara
Dirigida por:
  1. Lola Josa Director/a

Universidad de defensa: Universitat de Barcelona

Fecha de defensa: 08 de abril de 2016

Tribunal:
  1. Teresa Ferrer Valls Presidente/a
  2. Virginia Trueba Mira Secretario/a
  3. Héctor Urzáiz Tortajada Vocal
  4. Antonio Pablo Bernat Vistarini Vocal
  5. Jesús Ferrer Solá Vocal

Tipo: Tesis

Teseo: 421193 DIALNET

Resumen

El presente estudio muestra de qué manera la tragedia simbolista de Federico García Lorca -nos referimos a Bodas de sangre, Yerma, La casa de Bernarda Alba y Doña Rosita la soltera- sigue presente en la dramaturgia femenina española contemporánea. Con el propósito de crear un diálogo intertextual que nos permita ver en qué medida estas obras influyen en seis textos teatrales pertenecientes a la escena española más reciente: El color de agosto, 1987, de Paloma Pedrero (1957); Atra bilis (cuando estemos más tranquilas…), 2000, de Laila Ripoll (1964); El matrimonio de Palavrakis, 2000, de Angélica Liddell (1966), Como si fuera esta noche, 2002, de Gracia Morales (1973), Las voces de Penélope, 1996, de Itziar Pascual (1967); y Selección natural, 2007, de Pilar Campos Gallegos (1973). Todos ellos representados o editados entre las primeras décadas de la democracia, esto es, entre el «renacer» de la dramaturgia femenina (años 80) y el 2011, año en el que iniciamos nuestra investigación. El diálogo intertextual resultante presenta dos lecturas; una que presta atención a la temática de las obras y nos deja ver el conflicto dramático, el trazado psicológico y social de los personajes, la organización de la acción, del espacio y del tiempo. Y una segunda lectura que atiende al simbolismo del texto, a las imágenes que están dotadas de doble significación. Esta segunda lectura nunca es contradictoria de la primera, sino complementaria y muestra la hondura poética y la universalidad que contiene la obra, rasgos imposibles de trabajar en la primera lectura. Silenciadas durante siglos, es de esperar que su escritura se dedique/decante, en primer lugar, por cuestiones de género. Haciendo de su obra una acción combativa y política, de la que no hemos encontrado modelos femeninos anteriores, pero sí el teatro de Federico García Lorca. Con el que no sólo comparten la misma misión artística, esto es, el exterminio de la sociedad androcéntrica, sino, además, la extraordinaria capacidad de presentar un teatro impregnado de poesía, en el que combinan tradición y vanguardia y consiguen un teatro muy personal. El enfrentamiento entre el amor y el desamor, la vida y la muerte, la sociedad y el individuo, la vejez y la juventud, la fertilidad y la infertilidad,... entre muchos otros eternos opuestos, pueblan sus letras y por encima de todos, dos fuerzas que resumen sus obras: «principio de autoridad» y «principio de libertad». Puesto que, tanto Federico como las dramaturgas defienden por encima de todo la libertad personal, al derecho de escoger individualmente frente a las convenciones sociales aunque esto suponga una tragedia. Preocupación universal que afectaba a la época anterior a la II República y sigue afectando en la actualidad. Sin embargo, y aquí radica la diferencia, lo que verdaderamente separa los personajes de la dramaturgia lorquiana de los de las autoras contemporáneas es la impronta de una época que resolverá de manera bien distinta los conflictos de sus personajes. Lo interesante de este primer enfrentamiento que proponen sus escritos es reconocer entre líneas un segundo enfrentamiento que nada tiene que ver con su condición genérica, histórica y social, sino metafísica. Nos referimos al sentimiento trágico de la vida. De esta manera, pasan a ser las continuadoras de un pensamiento que entronca con la filosofía alemana del XIX y del existencialismo del XX. Reconociendo ese tiempo que se les escapa, esa desilusión que tiene el vivir, o lo que es lo mismo, ese sentimiento de desgarro que sufren al aceptar su esencia finita. Situándose, de este modo, en el territorio de lo trágico existencial, que es el mismo en el que se sitúan Federico García Lorca y los grandes escritores.